Frente a las costas de Cornualles, en Inglaterra, se encuentra Mullion, una isla deshabitada tan remota que hace tiempo que se prohibió la entrada de humanos, salvo que dispongan de un permiso para ello. Solo campan por allí con frecuencia los guardabosques, encargados del mantenimiento del entorno, así como de los animales que habitan en la zona, especialmente pájaros.

Y fueron precisamente ellos los que recientemente se encontraban haciendo su ronda cuando vieron una gran cantidad de gomillas de colores, esparcidas por todas partes. El hallazgo no tenía sentido, pues el acceso a personas estaba muy regulado y jamás habrían podido llevar tantas bandas elásticas hasta allí. El motivo, según explican en un comunicado emitido por la organización benéfica inglesa National Trust, parecía ser otro, casi tan preocupante como que hubiesen sido los humanos los responsables.

 

 

¿Gomillas o gusanos?

El relieve rocoso de la isla la convierte en un enclave perfecto para la anidación de varias especies de aves marinas, que acuden hasta allí en el periodo reproductivo. Precisamente fue en ese momento en el que aparecieron las gomillas, por lo que con alta probabilidad habían sido ellas las que las habían llevado hasta allí, después de confundirlas con gusanos.

 
 

Los guardabosques decidieron dejarlo todo como estaba y volver a limpiar en otoño, para no molestar a las aves durante su época reproductiva. Fue entonces cuando vieron que había sobre todo bandas elásticas marrones, verdes o amarillas, mezcladas con granos regurgitados por los pájaros. Esto confirmaba su teoría de que habían intentado comerlas, por su parecido con los anélidos. También había redes de pesca y cordeles, que probablemente habían llevado hasta allí por el mismo motivo.

 

Los expertos creen que habían recogido las gomillas abandonadas en los campos de cultivo de la cercana península de Lizard. En cuanto a los utensilios de pesca, posiblemente los habían tomado directamente del mar. Todo esto muestra que, aunque un lugar no haya sido colonizado por el ser humano, también pueden llegar hasta él los estragos de su actividad. Y lo peor de todo es que no deja de ser plástico que intentan comer, pudiendo morir, bien intoxicadas, bien asfixiadas con él.

Aunque algunas especies de gaviotas cuentan con una población elevada, otras, como la gaviota arenque, sí que están en descenso, según la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. Esta, junto a la de espalda negra, es una de las que más frecuentan la isla, por lo que esta confusión alimentaria podría salirle muy cara.

Por todo esto, desde National Trust solicitan a las empresas de aparejos de pesca, agricultura y otras ocupaciones relacionadas que traten de disminuir el uso de plástico y látex en la fabricación de sus productos, con el fin de evitar incidentes como estos. Al fin y al cabo, la guerra contra el plástico es una lucha que tenemos que librar todos, también desde nuestras casas, pero la industria es una pieza clave para que algún día podamos ganarla. Sin su colaboración, salvar al medioambiente de los peligros de este material es un desafío demasiado complicado. Por eso es tan importante dar a conocer situaciones tan anómalas y preocupantes como esta.